Officium Veneris

Edición de Paul G. Masby

   

El azar que rige las librerías de viejo puso en manos de un hispanista norteamericano (Paul G. Masby) el manuscrito de este libro, que se salvó así del silencio definitivo, pues su autor no se había atrevido a publicarlo en vida. A veces amoral, a veces perverso, pero siempre pornográfico y calenturiento, este diario impertinente y corrosivo acaba atrapando al lector en las redes de una apasionante novela, cargada al mismo tiempo de intriga y de poesía.

Formato: 216 p. ; 21 x 15 cm.  
ISBN: 84-89985-20-0  
PVP: 1500 pts  
Materia: Literatura erótica
Lengua: Castellano  
 

 

Crítica 

Fragmentos de una entrevista a Paul G. Masby

por Xuan Bello, Les Noticies (6 de diciembre de 1998)



Paul G. Masby, hijo de una española y un combatiente de nuestra Guerra Civil, responde al esquema del típico americano, hortera y elegante a la vez, enterado de todo y de nada, y tan despistado como corresponde a un personaje que se pasa el día comentando la errata de la página 524 de no sé sabe qué edición de El Quijote. Le pregunto si tiene sospechas de quién escribió la novela y da la impresión de que sabe más de lo que cuenta, aunque de momento prefiere callar, qué se yo por qué razones.

-X.B.: En el prólogo del libro, cuenta Vd. que el manuscrito original apareció en una librería de viejo. ¿Podría aclararnos más los detalles de esta historia?
-P.G.M.: Fue en la Cuesta de Moyano, en Madrid. Yo paseaba con un amigo y a él le llamó la atención un sobre que había entre las páginas de un volumen muy grueso. Le preguntamos al librero qué era aquello y no supo darnos razón. Abrimos el sobre y nos encontramos con Officium Veneris. Un simple vistazo invitaba a leerlo, y cuando lo leímos quedamos asombrados. Era un diario escabroso, pornográfico, místico y metafísico a ratos, lleno de referencias literarias y filosóficas de todo tipo; una visión del sexo irónica y despiadada; a veces demasiado sincera. Nos dimos cuenta de que allí había un misterio que esclarecer, y que en todo caso, aquel libro había que verlo publicado. Algunas referencias indicaban que la historia del libro sucedía en Asturias. Aquí hemos estado averiguando, y aquí al final se publica el libro.

-¿Y cómo van las pesquisas para dar con la identidad del autor?
-Desgraciadamente, mal. Yo trabajo con la idea de que una gran parte del libro es autobiográfico. Entonces, la clave podría estar en dar con la famosa tertulia aludida en el libro. Desgraciadamente, hasta ahora no tengo nada positivo en este sentido. Incluso no descarto que la alusión a la tertulia sea una pista falsa dejada por el autor del libro.

-Algo que sorprende nada más abrir el libro son las preciosas ilustraciones que separan los fragmentos del diario y los poemas. ¿Le costó mucho encontrarlas?
-En este sentido, tengo que aclarar una cuestión. El mérito no es sólo mío. En el manuscrito hay una anotación al final que nunca entendimos. Es una referencia a La lámpara maravillosa de Valle Inclán. Repasé las distintas ediciones existentes de este libro, y al ver la de 1922 lo entendí todo. Los dibujos de José Moya que ilustran esta edición parecen hechos a propósito para Officium Veneris. Sólo tuve que escoger la imagen más adecuada para cada fragmento del libro. Creo que con esto respeté, o es más, sin duda cumplí, la voluntad del autor anónimo.

-Una advertencia a los posibles lectores: ¿erotismo o pornografía?
-No me parece que sean términos excluyentes. Erótico es lo que hace referencia al amor sexual, y puede aplicarse a cualquier cosa, incluida una obra de arte. Officium Veneris es literatura erótica. El término pornografía es más subjetivo; pornográficos son un texto o una imagen que excitan sexualmente. Aquí cada uno puede tener su parecer, pero para mí, sin duda, Officium Veneris es pornográfico. Hay personas que creen que pueden trazar una línea entre erotismo y pornografía, porque con sagacidad que cualquier inquisidor hubiera envidiado, creen poder reconocer la intención del autor en el momento de escribir: si era la sana creación literaria, estamos ante erotismo; si era sólo una execrable lubricidad, estamos ante pornografía. Todo esto destila una visión pecaminosa del sexo muy cristiana.




Resumen de la reseña de Officium Veneris

por Pedro de Silva, revista Clarín (nº 19, pp. 80-81).



Un anónimo


La idea misma de género implica una restricción que es tan legítimo desdeñar como acatar. Como tantas veces se ha dicho, si algo caractreriza a la novela es su condición des-generada. Alguna osamenta es sin embargo aconsejable. Hay que empezar diciendo que Officium Veneris no la tiene. Incluye poemas de corte clásico, reflexiones de tono ensayístico y un relato más o menos hilvanado, a través de la técnica del diario. El relato, a su vez, oscila entre el encadenamiento de las entregas diarias, en primera persona, y la incrustación de escenas dialogadas. En cuanto al contenido, en su primera parte es una sucesión de episodios eróticos, con la exposición fragmentaria tan al uso en el género -un encuentro, un capítulo, un día- pero luego se complica en una historia de amor comme il faut, que después adquiere ribetes de género negro y está a punto de convertirse en un thriller, aunque concluye en un corte seco con final feliz.
Por lo tanto el texto es un verdadero cajón de sastre, en el que no faltan tampoco buenas ilustraciones, y unas anotaciones sobre los títulos en latín, que sólo se justifican en clave irónica. Corre así el riesgo de naufragar en su propio artificio, que es demasiado rebuscado, tiene a ratos un rezume de adolescencia intelectual y en ocasiones resulta pretencioso.
El hecho de que, sin embargo, logre sobrevivir a tantos y tales peligros, pone de manifiesto las soberanas virtudes literarias del autor. En no pocos momentos el texto alza el vuelo, y en algunos sube muy alto. En la mayor parte de la narrativa que hoy se publica, eso no ocurre en un solo pasaje, aunque se trate muchas veces de textos organizados con arreglo a excelente arquitectura. Es cuestión de gustos personales. Ya que hablamos de arquitectura, me interesa mucho más el juego de formas y elementos plásticos de una esquina, una escalera o un remate originales y bien logrados, o con la suficiente carga de ambición estética, que un gran edificio con todas sus funciones resueltas y la morfología de moda.
Son espléndidos los pasajes de contenido anatómico, en los que llega a establecerse una taxonomía de los órganos sexuales femeninos, incluidas fórmulas para medir cada tipología. En cierta medida el libro es un cuaderno de notas de una investigación sobre la mujer, el sexo y la trascendencia. Hay escenas descacharrantes, como la de un acto de bestialismo con una mosca, aunque en ninguna quiera el autor apurar todas las posibilidades. La terminología a propósito de los componentes anatómicos es rica y creativa (ya sólo por esto vale la pena el libro), tanto que justificaría un léxico final, en lugar de las notas sobre los latines.
Como siempre, Llibros del Pexe esmera la edición. Hoy en día la mejor materialidad del libro está en algunas editoriales de provincias.