Fragmentos
de una entrevista a Paul G. Masby
por Xuan Bello, Les
Noticies (6 de diciembre de 1998)
Paul G. Masby, hijo de una española y un combatiente de
nuestra Guerra Civil, responde al esquema del típico
americano, hortera y elegante a la vez, enterado de todo
y de nada, y tan despistado como corresponde a un
personaje que se pasa el día comentando la errata de la
página 524 de no sé sabe qué edición de El Quijote.
Le pregunto si tiene sospechas de quién escribió la
novela y da la impresión de que sabe más de lo que
cuenta, aunque de momento prefiere callar, qué se yo por
qué razones.
-X.B.: En el prólogo del libro, cuenta Vd. que
el manuscrito original apareció en una librería de
viejo. ¿Podría aclararnos más los detalles de esta
historia?
-P.G.M.: Fue en la Cuesta de Moyano, en Madrid. Yo
paseaba con un amigo y a él le llamó la atención un
sobre que había entre las páginas de un volumen muy
grueso. Le preguntamos al librero qué era aquello y no
supo darnos razón. Abrimos el sobre y nos encontramos
con Officium Veneris. Un simple vistazo invitaba
a leerlo, y cuando lo leímos quedamos asombrados. Era un
diario escabroso, pornográfico, místico y metafísico a
ratos, lleno de referencias literarias y filosóficas de
todo tipo; una visión del sexo irónica y despiadada; a
veces demasiado sincera. Nos dimos cuenta de que allí
había un misterio que esclarecer, y que en todo caso,
aquel libro había que verlo publicado. Algunas
referencias indicaban que la historia del libro sucedía
en Asturias. Aquí hemos estado averiguando, y aquí al
final se publica el libro.
-¿Y cómo van las pesquisas para dar con la
identidad del autor?
-Desgraciadamente, mal. Yo trabajo con la idea de que una
gran parte del libro es autobiográfico. Entonces, la
clave podría estar en dar con la famosa tertulia aludida
en el libro. Desgraciadamente, hasta ahora no tengo nada
positivo en este sentido. Incluso no descarto que la
alusión a la tertulia sea una pista falsa dejada por el
autor del libro.
-Algo que sorprende nada más abrir el libro son
las preciosas ilustraciones que separan los fragmentos
del diario y los poemas. ¿Le costó mucho encontrarlas?
-En este sentido, tengo que aclarar una cuestión. El
mérito no es sólo mío. En el manuscrito hay una
anotación al final que nunca entendimos. Es una
referencia a La lámpara maravillosa de Valle Inclán.
Repasé las distintas ediciones existentes de este libro,
y al ver la de 1922 lo entendí todo. Los dibujos de
José Moya que ilustran esta edición parecen hechos a
propósito para Officium Veneris. Sólo tuve que escoger
la imagen más adecuada para cada fragmento del libro.
Creo que con esto respeté, o es más, sin duda cumplí,
la voluntad del autor anónimo.
-Una advertencia a los posibles lectores:
¿erotismo o pornografía?
-No me parece que sean términos excluyentes. Erótico es
lo que hace referencia al amor sexual, y puede aplicarse
a cualquier cosa, incluida una obra de arte. Officium
Veneris es literatura erótica. El término pornografía
es más subjetivo; pornográficos son un texto o una
imagen que excitan sexualmente. Aquí cada uno puede
tener su parecer, pero para mí, sin duda, Officium
Veneris es pornográfico. Hay personas que creen que
pueden trazar una línea entre erotismo y pornografía,
porque con sagacidad que cualquier inquisidor hubiera
envidiado, creen poder reconocer la intención del autor
en el momento de escribir: si era la sana creación
literaria, estamos ante erotismo; si era sólo una
execrable lubricidad, estamos ante pornografía. Todo
esto destila una visión pecaminosa del sexo muy
cristiana.
Resumen de la reseña de Officium
Veneris
por Pedro de Silva,
revista Clarín (nº 19, pp. 80-81).
Un anónimo
La idea misma de género implica una restricción que es
tan legítimo desdeñar como acatar. Como tantas veces se
ha dicho, si algo caractreriza a la novela es su
condición des-generada. Alguna osamenta es sin embargo
aconsejable. Hay que empezar diciendo que Officium
Veneris no la tiene. Incluye poemas de corte clásico,
reflexiones de tono ensayístico y un relato más o menos
hilvanado, a través de la técnica del diario. El
relato, a su vez, oscila entre el encadenamiento de las
entregas diarias, en primera persona, y la incrustación
de escenas dialogadas. En cuanto al contenido, en su
primera parte es una sucesión de episodios eróticos,
con la exposición fragmentaria tan al uso en el género
-un encuentro, un capítulo, un día- pero luego se
complica en una historia de amor comme il faut, que
después adquiere ribetes de género negro y está a
punto de convertirse en un thriller, aunque concluye en
un corte seco con final feliz.
Por lo tanto el texto es un verdadero cajón de sastre,
en el que no faltan tampoco buenas ilustraciones, y unas
anotaciones sobre los títulos en latín, que sólo se
justifican en clave irónica. Corre así el riesgo de
naufragar en su propio artificio, que es demasiado
rebuscado, tiene a ratos un rezume de adolescencia
intelectual y en ocasiones resulta pretencioso.
El hecho de que, sin embargo, logre sobrevivir a tantos y
tales peligros, pone de manifiesto las soberanas virtudes
literarias del autor. En no pocos momentos el texto alza
el vuelo, y en algunos sube muy alto. En la mayor parte
de la narrativa que hoy se publica, eso no ocurre en un
solo pasaje, aunque se trate muchas veces de textos
organizados con arreglo a excelente arquitectura. Es
cuestión de gustos personales. Ya que hablamos de
arquitectura, me interesa mucho más el juego de formas y
elementos plásticos de una esquina, una escalera o un
remate originales y bien logrados, o con la suficiente
carga de ambición estética, que un gran edificio con
todas sus funciones resueltas y la morfología de moda.
Son espléndidos los pasajes de contenido anatómico, en
los que llega a establecerse una taxonomía de los
órganos sexuales femeninos, incluidas fórmulas para
medir cada tipología. En cierta medida el libro es un
cuaderno de notas de una investigación sobre la mujer,
el sexo y la trascendencia. Hay escenas descacharrantes,
como la de un acto de bestialismo con una mosca, aunque
en ninguna quiera el autor apurar todas las
posibilidades. La terminología a propósito de los
componentes anatómicos es rica y creativa (ya sólo por
esto vale la pena el libro), tanto que justificaría un
léxico final, en lugar de las notas sobre los latines.
Como siempre, Llibros del Pexe esmera la edición. Hoy en
día la mejor materialidad del libro está en algunas
editoriales de provincias.
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