ARIAS
GARCÍA, Manuel
(Antón
de la Braña)
(1913-1986)
Conocíu popularmente como Antón de la Braña,
Manuel Arias García nació en Courias, Pravia, en 1913. Fexo los estudios de
Maxisteriu y n’acabándolos exerció de maestru en Llaviu, nel conceyu de Salas.
Ye autor de dellos llibros de testu escolares. Colaboró en publicaciones
relacionaes cola enseñanza como Revista
escolar d’Uviéu y El Magisterio
Nacional de Madrid, asina como n’otres de calter xeneral de dientro y fuera
d’Asturies como Renovación, La Voz del labrador o Luz. Nestes últimes publica diversos
cuentos curtios y poesíes n’asturiano.
Como
autor na nuestra llingua y baxo l’alcuñu d’Antón de la Braña va escribir dos de
les obres más populares del teatru costumista asturianu d’esti sieglu: Xuiciu faltes y Un arreglu inesperáu (publicáu en 1950). Entrambes pieces, qu’inda
se siguen a representar con ésitu pelos escenarios d’Asturies, utilicen ún de
los argumentos preferíos del teatru costumista, el del pleitu: esti tema da pie
a una contraposición ente’l mundu rural y el mundu urbanu, representaos na
escena por un personaxe d’aldea d’una banda y por un xuez y un abogáu de la
otra. La Compañía Asturiana de Comedies recueye les obres d’Antón de la Braña
nun sitiu preferente del so repertoriu a lo llargo de tola postguerra. En 1960
apaez el volume tituláu Teatro asturiano,
onde recueye cuatro pieces: El adiós de
la quintana, Un xuiciu faltes, Pitición de mano y La última rosa.
Manuel
Antonio Arias fue miembru del I.D.E.A. Morrió n’Uviéu en 1986.
BIBLIOGRAFÍA
Creación
Arias Garcia, Manuel Antonio (Antón de la Braña)
El timu de les muyeres / Antón de la Braña. —
Oviedo : Supra, 1946. — 14 pág. ; 15 cm
Arias, Manuel Antonio (Antón de la Braña)
Teatro asturiano: Un arreglu inesperáu : sainete
en un acto /Antón de la Braña. — Oviedo : [s.n.], 1950. — 28 p., 2 f. ; 17 cm.
Arias, Manuel Antonio (Antón de la Braña)
Teatro asturiano / Antón de la Braña. — Zamora :
[s.n.], 1969. — 146 p., 17 cm. — Contién: El adiós a la quintana, Un xuiciu
faltes, Pitición de manu y La última rosa.
Bibliografía
“Arias, Manuel Antonio”, en : Gran Enciclopedia Asturiana, Xixón,
Silverio Cañada, 1970 T. II., p. 4.
Antón García, Lliteratura asturiana nel tiempu, Uviéu, Conseyería
d’Educación, 194, pp. 140–142.
ANTOLOXÍA
[Un xuiciu faltes]
ACTO
ÚNICO
Sala de un Juzgado Comarcal.– Lateral
derecha una mesa de despacho, ante la que están sentados el JUEZ y el FISCAL.
Foro derecha otra mesa, ante la que, y mirando al publico, estará el
SECRETARIO.
Foro,
dos bancos. Lateral izquierda, una puerta, que aparecerá cerrada al levantarse
el telón. Estanterías con legajos.
COMIENZA LA ACCIÓN–Es de día. En escena,
como se indicó, el JUEZ, el FISCAL y el SECRETARIO. En la lateral izquierda, de pie y con la gorra de plato en
la mano, el ALGUACIL.
JUEZ.—AL SECRETARIO. Un momento.
SECRE.—Diga.
JUEZ.—¿A qué hora pasa el coche para Oviedo?
SECRE.—Alrededor de la una.
JUEZ.—¡Ah, bueno! Me sobra tiempo. Como queda
solo el juicio de faltas contra esa mujer de La
Reguerina que agredió al ex–novio de su
hija, acabaremos en media hora.
FISCAL.—SONRIENDO. Ya lo veremos.
JUEZ.—Si es un caso sencillísimo.
FISCAL.—Sí, sí, pero...
JUEZ.—¿Qué pasa?
SECRE.—SONRIENDO TAMBIÉN. Que se lo explique el
Alguacil.
JUEZ.—¿Es tartamuda acaso la señora esa?
ALGUA.—No, señor.
JUEZ.—¿Entonces? Nada, nada... En media hora
irá.
ALGUA.—Ya lo veremos.
JUEZ.—Si el caso no puede ser más sencillo. Una
señora que da unos golpes a un muchacho, que confiesa ante la Guardia Civil...
Con tomarles declaración a la agresora y al agredido, que seguramente no tienen
nada que decir...
ALGUA.—Todo lo que usted quiera, pero...
JUEZ.—¿Quieren ustedes hablarme claro?
ALGUA.—Verá, señor... Usté diz que piensa acabar
pa les doce y media.
JUEZ.—¿Por qué no?
ALGUA.—Porque non, porque non. Ya lo verá usté.
JUEZ.—¿Qué motivo hay para...?
ALGUA.—Porque se trata de la Revirada, señor, y
tratándose de la Revirada naide sabe cómo ni cuándo podra acabarse. Si fora un
casu corriente... el robu d’una pita, una engarradiella de paisanos en un
chigre, un asuntu de agües, un camín de un prau..., sobraríen menutos de la
media hora que uste diz. Pero, tratándose de la Revirada, ya–y lo dixe. Cada
vez que esa paisana entra nesti Xuzgáu, quien más y quien menos, tol mundu echa
les manos a la cabeza.
JUEZ.—No será tanto.
ALGUA.—Ya lo vera, ya lo verá. ¡Tien una
lengua!... En cuantu emprencipie a pegar berrides y a ensultar al mozu que les
llevó, yá sabrá lo que ye güenu.
JUEZ.—Delante de mí no dará voces ni insultará a
nadie. No le permitiré abrir la boca.
ALGUA.—AL SECRETARIO Y AL FISCAL. ¡Diz que non–y
va per-
mitir dar voces ni ensultar! Se conoz que non la
conoz.
JUEZ.—A mí me respetará, pierda cuidado.
ALGUA.—Ya lo verá, ya lo verá dentro de un
pocoñín.
JUEZ.—Pero…
SECRE.—Digo lo mismo que el alguacil.
FISCAL.—Y yo…
FISCAL.—Mire… Poco antes de venir usted, se
presentó aquí un día a declarar como testigo por un asunto de no sé qué
servidumbre. ¿Recuerda, Secretario?
SECRE.—¿No voy a recordar el caso?
ALGUA.—Si este señor lo presenciara, non tendría
confianza en acabar en media hora.
FISCAL.—Armó un escándalo mayúsculo. Nadie podía
con ella. Y eso que venía sólo como testigo. Excuso decirle la que nos espera
hoy.
ALGUA.—Mire, señor... Pa saber cómo ye la
Revirada abásta–y asomarse ahí.
JUEZ.—¿Qué pasa?
ALGUA.—Pos ná menos que el rapaz a quien–y dio
la paliza, de mieu que–y tien, en vez de tar en la sala de espera, ta nel
cuartín de los trastos ciarráu por dientru... y con dos monecipales a la
puerta.
JUEZ.—Pues sí que...
SECRE.—Es algo terrible.
JUEZ.—Estoy deseando conocerla. Pero ya veran
como no escandaliza hoy. Obligándola a respetar
desde el primer momento.. .
ALGUA.—Sí, sí...
JUEZ.—AL ALGUACIL. Mándeles pasar.
ALGUA.—¿A quién?
JUEZ.—A todos... A ella, a su hija, al agredido.
A todos.
ALGUA.—¿Va metelos todos xuntos?
JUEZ.—Así acabamos primero.
ALGUA.—Usté non ta en lo que celebra.
JUEZ.— Haga lo que le mando.
ALGUA.—Bueno, bueno, por mí... ABRE LA PUERTA,
SALE Y VUELVE A ENTRAR CON MANÍN, UN MOZO DE VEINTICINCO AÑOS, CON CARA DE
INFELIZ, QUE TRAE EL POBRE EN EL CUERPO UNA RACIÓN DE PÁNICO MÁS QUE REGULAR.
MANÍN.—¿Puédese?
JUEZ.—Pase, pase…
MANÍN.—Buenos; días.
JUEZ—Buenos días. Siéntese, haga el favor.
MANÍN.—Primeru déxeme saludar. Diz mi pá que la
enducación debe ser siempre antes que ná. ¿Cómo ta usté, siñor Juez?
JUEZ.—Bien, muchas gracias.
MANÍN.—SIN SENTARSE AÚN. Pos yo también toi
bien. Y lo mesmo mi pá, mi ma, mi güelu, el mi hermanu Cerilu y la mi hermana
Pepa. AL FISCAL Y AL SECRETARIO ¿Y vostedes tamién tán bien?
FISCAL.—Sí, hombre, sí.
MANÍN.—Alégrome.
ALGUA.—Siéntate, anda, siéntate y déxate de
macanes.
MANÍN.—¡Ma que finu! ¿Non sabes que hai que
saludar a tol mundu y deci–ys cómo tán los de casa? La enducación. . .
JUEZ.—QUE SE IMPACIENTA SIN QUERER. La
enducación, como usted dice, señor mio, manda que cuando esté uno en un lugar
como éste se guarde silencio y no se hable más que cuando sea preguntado. Así
que siéntese en ese banco y espere el interrogatorio.
MANÍN.—¿El qué, hom?
JUEZ.—Et interrogatorio.
MANÍN.—¿Qué paisanu ye esi? ¿Algún testigo?
JUEZ.—Bueno, siéntese y calle.
MANÍN.—Si, siñor; si, siñor.
ALGUA.—DESDE LA PUERTA. Pasen, pasen...
REVIR.—ASOMÁNDOSE, CON MONCHINA DETRÁS. Pasa,
muyer, pasa, que aquí non comen a naide. Más de veinte veces entré yo y non me
pasó nada. ¿puédese?
JUEZ.—Adelante. Siéntense, hagan el favor.
REVIR.—ENTRANDO CON MONCHINA. LA REVIRADA,
DESPUÉS DEL RETRATO QUE HICIERON DE ELLA ANTES, NO NECESITA SER PRESENTADA. EN
CUANTO A MONCHINA ES UNA RAPAZA DE UNOS VEINTE AÑOS, BASTANTE AGRACIADA, CON
CARA MUY TRISTE: Muches gracies, siñor Juez. Ye usté mas edocáu y más finu que
bastantes siñores que presumen de edocancia, pero non la usen nunca. Home...
Abasta ver la su carina nidia, los sos güeyinos nobles y el su tipu aseñoriáu,
pa dase cuenta de que ye un paisanu finu de verdá. SE SIENTA CON MONCHINA, NO
LEJOS DE MANÍN. ¡Tién una cara güenu!
JUEZ.—¡Bueno, bueno!
REVIR.—Adispénseme, siñor. Ye que, como aquí
semos aldeanos, pos hablamos de cualisquier manera y prenunciamos munches
palabres mal. Por eso dixe “güenu” en vez de bueno.
JUEZ—¡Bueno, bueno!
REVIR.—Bueno, bueno... Ya lo sé, siñor.
Descuide, non se me olvidará.
JUEZ.—Señora…
REVIR.—A MANÍN. Aprende, babayu. Este siñor,
como ye un siñor leído y escrebido, non como tú, sabe destinguir y llámame
señora.
JUEZ.—MIENTRAS EL FISCAL, EL ALGUACIL Y EL
SECRETARIO DISIMULAN LA RISA COMO PUEDEN. ¡Señora!
REVIR.—Muches gracies, siñor.
JUEZ.—ENFADADO YA. ¡Señora! ¡Señora!
REVIR.—Muches gracies, muches gracies, muches
gracies, muches gracies. Pero non me llame siñora tantas veces seguides, que va
a pensar esi babayu que lo diz por reírse de mí.
JUEZ.—Señora, mida sus palabras. Si vuelve a
insultar a ese muchacho, le impongo una multa.
REVIR.—¿Insultélo acaso, hom?
ALGUA.—¿Non lu llamaste babayu?
REVIR.—Llamar babayu a ésti non ye insulto.
MANÍN.—¿Entós qué ye?
REVIR.—Pos ye decir una verdá como una casa.
JUEZ.—RECALCANDO LAS SÍLABAS. Le he dicho que si
insulta a alguien le impongo una multa.
REViR.—Home, siñorín... Non se enfade. En esa
carina de santu que tien usté, non peguen les amenaces ni el mal xeniu.
JUEZ.—Bueno, bueno... Secretario... Empiece.
SECRE.—Ahora mismo. A MANÍN. ¿Quiere hacer el
favor de sentarse ahí? SEÑALANDO UNA SILLA FRENTE A LA MESA DEL JUEZ.
MANÍN.—¿Pa qué, hom? Toi bien aquí.
SECRE.—Por favor... No empiece usted también.
Siéntese donde le mandan.
MANÍN.—Bueno, bueno... Y SE SIENTA.
JUEZ.—Pregúntele, Secretario.
SECRE.—Ya. ABRE UN CUADERNILLO DE PAPEL DE
BARBA. FINGIENDO LEER EN EL MISMO. Usted se llama..
MANÍN.—Manuel Pérez y Fernández.
SECRE.—Tiene veinticinco años.
MANIN.—Cumplíos de agosto, sí, siñor.
SECRE.—Está soltero.
MANÍN.—Sí, siñor.
SECRE.—Trabaja en la tierra
MANÍN.—Según... Unes veces trabayo en la tierra,
otres en los praos y dalguna nel monte. Ya sabe usté lo que pasa.
ALGUA.—¡Pos si que se pon buena la cosa!
SECRE.—Bien, bien... Usted declaró ante la
Guardia Civil, ¿no es así?
MANÍN.—Sí, siñor.
SECRE.—Voy a leer su declaracion.
MANÍN.—¿Pa qué? Arrecuérdome bien de lo que
dixe.
SECRE.—Aunque lo recuerde. FINGIENDO LEER:
Uuuuu... Uuuuuu... Dijo usted: “Que regresando a su domicilio al atardecer del
día de autos...”
REVIR.—¿De qué autos, cristiano? ¡Si en el
nuestro pueblo non hai carretera!
JUEZ.—Señora... No interrumpa. Ya hablará usted
cuando le corresponda.
REVIR—Ta bien, ta bien, non se enfade.
SECRE.—CONTINUANDO LA LECTURA. “Que regresando a
su domicilio al atardecer del día de autos...
REVIR.—¡Y dale!
SECRE.—...“al pasar por el paraje conocido con
el nombre de Castañedo de la Llosa, encontró en el camino a Filomena Álvarez y
Rodríguez, alias la evirada...
REVIR.—¿El qué, hom? ¡Oiga, siñor Juez!
JUEZ.—Señora... ¿Quiere hacer el favor de no
interrumpir?
REVIR.—¿Pero uste piensa que voi aguantar
ciertes coses en sin protestar? ¿Por qué non pon una multa a esi escrebiente,
que acaba de ensultame, y por escrito, llamándome Revirada?
JUEZ.—¿No la llaman así en el pueblo?
REVIR.—Por detrás, por detrás... ¡Delante de mín
non hai quien se atreva a llamame asina!
JUEZ.—Bueno, bueno...
REVIR.—Y si usté me llamó la atención a mi
cuando llamé babayu a esi babayu, ¿por que non arreprende a quien acaba de
ensultame? ¿Non dicen que la xosticia debe ser igual pa todos?
JUEZ.—Señora... ¿Quiere hacer el favor de
dejarnos en paz?
REVIR.—¡Si non me ensultaran, callaría!
MONCH.—¡Home,
má...
REVIR.—¿Quieres callar tú?
JUEZ.—Bueno, bueno... Siga, Secretario.
SECRE.—“Vio a Filomena Álvarez Rodríguez, alias
la Revirada”.
REVIR.—¿Otra vez, hom?
(... / ...)